Objetivos

Quienes formamos parte de esta red hemos analizado, discutido y propuesto decenas —incluso cientos— de propuestas tendientes a solucionar el problema del desarrollo de las habilidades lecto-escriturales en los alumnos universitarios. El primer paso, obviamente, consiste en identificar el problema; el segundo, en plantear modificaciones en la perspectiva docente a partir del estudio de las diversas y actuales corrientes pedagógicas; finalmente, nos ocupamos de imaginar y diseñar nuevas formas de entender y atacar el problema de fondo. Podemos, en un esfuerzo de síntesis, señalar los aspectos básicos que rigen nuestras investigaciones.

  • El desarrollo de las habilidades lecto-escriturales no compete solamente a los niveles básicos de educación; los estudiantes universitarios, incluso si han demostrado pertenecer al grupo selecto que logra acceder a las instituciones de educación superior, requieren desarrollar habilidades para leer y escribir y, por ende, necesitan de cursos donde un experto en lectura y escritura les ayude a alcanzar los niveles de lectura y escritura requeridos por la educación superior y la actividad profesional.
  • Las instituciones educativas de nivel superior deben comprender que aprender a leer y escribir no se limita simplemente a leer y escribir. Sería descabellado siquiera imaginar que, tal y como aducen los docentes universitarios, los estudiantes de este nivel ciertamente no saben leer y escribir. Ocurre que saber leer y escribir en el ámbito universitario no se refiere a leer y escribir; tal concepto alude, en realidad, a que saber leer implica poder leer los textos científicos propios de cada disciplina y saber escribir a poder redactar textos conforme a los cánones formulados en la academia. Dicha diferencia ha sido explicada por los estudios realizados en las universidades desde los años ochenta del siglo pasado como la diferencia entre alfabetización y alfabetización disciplinar o literacidad.
  • La idea tradicional acerca de que los expertos en el área disciplinar de la literatura deben ser los encargados de enseñar a leer y escribir a los alumnos universitarios —aspecto defendido, sobre todo, por los docentes de las otras disciplinas— es, quizás, la primera falacia que debe ser destruida. En primer lugar, porque tal idea oculta una concepción clasista de la educación, aquélla que postula que leer y escribir se refiere exclusivamente a leer y escribir alta literatura; en segundo lugar, debido a que, si hemos asentado que saber leer y escribir en la universidad significa saber leer textos científicos y saber escribir textos académicos, desarrollar las habilidades artísticas de los estudiantes de áreas disciplinares ajenas al arte —y eso incluye a los estudiantes de las carrera en Letras, pues el objetivo de ésta es formar críticos y teóricos de la literatura, no crear poetas y novelistas— es, francamente, absurdo.
  • Si los estudiantes universitarios requieren aprender a leer y escribir los textos propios de su área disciplinar, entonces es fácil colegir que los docentes encargados de ayudarles a desarrollar sus habilidades lecto-escriturales disciplinares deben ser los propios docentes —profesionales expertos de su área— de cada colegio o división. Esta propuesta, obviamente, se enfrenta a la reticencia de los docentes universitarios, quienes suelen argüir que enseñar a leer y escribir no forma —y no debe formar— parte de sus obligaciones docentes. Es necesario, pues, no solamente formar a los estudiantes para que estos desarrollen las habilidades lecto-escriturales que su disciplina les exige; es imprescindible, sobre todo, formar a los docentes que habrán de formar, a su vez, a los estudiantes.
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