Nuestra Historia

Provenientes de distintas, e incluso alejadas, áreas disciplinares, la vinculación de nuestras distintas líneas de investigación ocurrió —como sería de esperar en el ámbito académico actual— a través de la participación en distintos eventos académicos —congresos, mesas de trabajo, talleres—, la colaboración en libros especializados o el cotidiano desarrollo de nuestra labor docente en las aulas universitarias. Acaso sin proponérnoslo, paulatinamente descubrimos los vasos comunicantes que relacionaban nuestras líneas de investigación, las cuales, obviamente, están relacionadas con la enseñanza de la lectura y la escritura a nivel superior.

Nuestra aventura, tal y como suele ocurrir en el ámbito de la docencia universitaria, se originó al compartir experiencias. A través de los breves comentarios que suelen interrumpir las pláticas entre pares durante los eventos académicos o el diario quehacer docente, descubrimos que todos nos enfrentábamos a un mismo problema. La opinión casi inobjetable que domina el ambiente de la educación superior es que los estudiantes no requieren desarrollar sus habilidades lecto- escriturales. Tanto autoridades como profesores y los mismos estudiantes expresan, sin miedo alguno al equívoco, que ese tipo de aprendizaje es impropio de las instituciones de educación superior. Después de todo, quienes logran ingresar a éstas han debido atravesar, con éxito, las múltiples etapas que conforman la educación formal en nuestros países. Dicho de otra forma, si bien los bajos niveles de habilidades lecto-escriturales en los alumnos latinoamericanos están ampliamente documentados, suponer que los estudiantes universitarios requieren más clases de lectura y redacción es, simple y llanamente, impensable. Recordemos que éstos, para ingresar a las aulas de la educación superior, han debido sobresalir en los exigentes exámenes de admisión mediante los cuales nuestras instituciones se aseguran el recibir solamente a los mejores estudiantes. Así, los problemas de enseñanza y aprendizaje de las habilidades lecto-escriturales, aunque no sean negados, se atribuyen exclusivamente a las personas que no han podido ingresar a la educación universitaria.

Resulta paradójico que la supuesta improbabilidad de que alumnos poco hábiles en la escritura y la lectura sea acompañada por una queja recurrentemente escuchada en los pasillos y las salas de juntas de las universidades latinoamericanas: los estudiantes no saben leer ni escribir. Como suele ocurrir en los niveles básicos e intermedios de la educación, la solución ideada por los encargados de configurar los planes de estudio consiste, básicamente, en impartir cursos remediales, cursos intersemestrales e, incluso, cursos incluidos en la currícula donde un profesor —normalmente proveniente del área de literatura— intentará solucionar, en unas cuantas sesiones, lo que años de educación básica e intermedia no pudo lograr. Como es fácil imaginar, tales cursos están destinados al fracaso; sin embargo, nuestras instituciones han sido incapaces para idear otras formas de atacar el problema.

Por ello, en esta red de investigación estamos ciertos que visibilizar las situaciones, así como probar estrategias puede contribuir a la alfabetización de esas grandes cantidades de alumnado en las instituciones de educación superior.

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